Sol quemante o lluvia intensa, ruido de camiones y carros, personas que o van a prisa, u ocupan todas las banquetas e imposibilitan el paso, vendedores y volanteros que en cada calle salen al paso… todos estos elementos característicos de la zona se esfuman al entrar a una de las cantinas tradicionales del Centro Histórico de la Ciudad de México: La Faena.
Lo que ocurre dentro del local cambia totalmente a lo vivido en el exterior: un ambiente más frío y al inicio oscuro –se debe recorrer un pasillo para llegar al salón principal-, pero que promete algo más íntimo y tranquilo.
De entre los elementos que resaltan en la composición de la cantina son las vitrinas con maniquíes vestidos de toreros, se ubican en la parte alta de las paredes, algunos aún de pie y otros recargados con la frente en el vidrio, de figuras esbeltas y algo descoloridas por el paso del tiempo.
La conformación del espacio se ve complementada por diversos elementos: paredes despostilladas, pisos que reflejan la cantidad de personas que han pasado por el lugar, una barra al fondo que aloja las bebidas espirituosas y separa el salón de la cocina, además de las mesas y sillas de plástico que rompen con lo antiguo.
Un caso aparte es la rocola ubicada en el centro del salón, pese a ser un modelo viejo, incluyendo el clásico mecanismo de depositar 10 pesos para tres canciones, la música si está actualizada: cumbia, salsa, norteño, pasando por el rock clásico y el contemporáneo, respondiendo a los gustos de todos los asistentes.
En cuanto a bebidas, la clásica y al alcance de todos es la cerveza, sin dejar de lado las bebidas preparadas o por copa; dentro de esta variedad, y con el consejo de los visitantes asiduos, también es recomendable probar el conejo, preparado con vodka, licor de granada, leche evaporada, rompope y canela, muy semejante en apariencia a un licuado de fresa, pero de amplio poder embriagante.
Otro de los detalles relevantes son las botanas, las cuales ya son características del lugar: las rondas inician con chicharrones, cacahuates salados, y dependiendo del horario quesadillas de papa, tostadas de pata y caldo de camarón, por lo cual, si uno asiste sin comer o prefiere invertir su dinero en la bebida que en los alimentos, La Faena es la opción.
La Faena es una cantina con más de 50 años de antigüedad –abrió en 1954- , sin embargo, es conocida por gente de todas las edades y de todo tipo de gustos, y si bien en algunas ocasiones es rentada para organizar conciertos de variados géneros musicales, la mayoría de las veces sirve de escenario para reuniones tranquilas entre amigos y conocidos.
Así, quien visité el número 49 de la calle Venustiano Carranza cualquier día de la semana podrá salir del bullicio del Centro Histórico, pero relajarse y pasar un buen rato en la zona, conocer un espacio con historia, además de convivir con la variedad de gustos, personalidades y edades, sin dejar de lado a los meseros amigables, platicadores, e incluso tan bailadores como uno desee. |