Por Carolina Báez López
Frida Kahlo: mito, emblema del feminismo a nivel internacional, ícono del arte popular, símbolo de revolución, artista reconocida mundialmente, es en México marca registrada. Nos topamos a diario con la comercialización del arte, y la imagen de la autora no escapa a la vileza de ser referencia kitch, debido a que se ha convertido (ella, no su obra) en un elemento alusivo de la cultura fetichista.
La figura de Kahlo se cristaliza de esta forma en un objeto de culto que podemos encontrar en un perfume, un tipo de calzado, una estampilla o un recordatorio de identidad cultural en un papel moneda de 500 pesos mexicanos. Desde el punto de vista de la mercantilización que atiende a los sectores de clase media, los iconos artísticos explotables son aquellos que en su momento fueron transgresores, diferentes y "revolucionarios".
Para entender por qué la imagen de la autora puede explotarse como signo de la identidad de “lo mexicano y lo femenino”, hablemos un poco de Frida:
Frida Kahlo formó parte de la élite cultural de la “era de oro” del medio artístico mexicano a mediados de los años 20´s, cuando el tema de “lo mexicano” invade al país (elemento que después criticará Octavio Paz en su obra más conocida) y se convierte en elemento exótico en el extranjero. Diego Rivera la describía como un ser dual: ¨…ácida y tierna, dura como el acero y tierna como el ala de una mariposa, adorable como una bella sonrisa y profunda y cruel como la amargura de la vida". Esta unidad de polos opuestos es lo que distingue a Kahlo, pues el eje de su labor artística es la cohesión entre obra y vida.
La dualidad con la que se la identifica la promueve como una insignia de transgresión, debido a que su mismo contexto histórico la obligaba a verse segregada al mundo de lo privado y sin poder tener participación en el universo público. Eli Bartra hace una distinción entre estas dos esferas en ¨Frida Kahlo: mujer, ideología y arte¨ y nos dice que cualquier intento de unión de los mundos por parte de la mujer es sinónimo de rebeldía, puesto que la mujer debe pertenecer a la esfera privada, es decir, al entorno doméstico y al mundo sentimental sin derecho de intervención en la esfera pública, el trabajo; Frida une su mundo de los sentimientos con el quehacer artístico cuando no es bien visto que la mujer tenga una participación activa en la sociedad convirtiéndose de esta manera en personificación feminista.
Kahlo es una precursora e impulsora del feminismo en México porque libra una batalla ideológica participando en los juegos de poder que la misma sociedad machista le impone. La dialéctica práctica que ejerce se ve plasmada en actitudes de rebeldía contra sumisión; la otra dualidad que se ve representada en su obra con su mundo íntimo, pero jamás como manifestación política (al menos hasta ese momento), siendo que ella misma dijo: ¨mi pintura no es revolucionaria, ¿para qué seguir haciéndome ilusiones?¨. El único cuadro conocido de Frida que defiende verdaderamente ideas políticas es el cuadro inacabado de Stalin.
Su esposo, Diego Rivera, es un elemento importante en su deseo de convertirse en activista política ya que el movimiento muralista en que él participaba defendía las ideas del comunismo como el nacionalismo y la fuerza del pueblo. Frida, influenciada por su cónyuge, cambia sus ropas europeas por la vestimenta de la tehuana, como representación de la cultura mexicana y deviniendo progresivamente en su identidad. Más adelante afirmará: ¨mi ropa es mi segunda piel¨.
Esta imagen "mexicanizada" de Frida se convierte en una moneda de dos caras: por una parte tenemos a la artista que utiliza su imagen como extensión de su obra, no podemos olvidar que su contribución al arte es precisamente convertirse en objeto y sujeto de la obra artística; y la otra cara la que la convierte en ícono de moda.
Para Frida, llevar el vestuario típico de la mujer tehuana representaba volver a sus raíces, conectarse con el pasado prehispánico, la vuelta al México tradicional, es arte popular. Sin embargo, para el mundo es la india con trenzas y faldas largas que causa novedad, la efigie fashion que posa para Vogue atiborrada de anillos, la inspiración de Elsa Schiaparelli para crear el vestido La Robe Madame Rivera. De esta manera su figura se convierte en la antesala de un performance de simbología nacional en el extranjero que presenta lo patriótico, "lo propiamente mexicano", como objeto de novedad folklórica que debe ser consumida al ser very exotic.
La contribución de la obra de Kahlo al arte es universal, debido a que une al artista con la musa al ser ella misma el sujeto creador y el sujeto creado en las obras. Desde sus inicios en el arte muestra su gusto por el autoconocimiento, empezando con su recorrido por la fotografía al convertirse en sujeto de ellas. Mayayo nos dice que en la obra de Kahlo la "…fotografía cumple una función esencial en la construcción de la leyenda de la artista mexicana: es vehículo a través del cual se difunde su presunta singularidad exótica… el alma de su personalidad excepcional".
Kahlo toma todos los elementos que tiene a la mano para convertirse en el objeto de su obra: la fotografía; la pintura; la escritura, haciéndola más íntima, en la que aboga emociones inherentes a la naturaleza humana, el amor apasionado, dependiente, enfermizo que vivió con Rivera; el dolor; la angustia; la impotencia provocados por el accidente que la dejo postrada a una cama; la presencia de la vida y de la muerte, la fertilidad y la regeneración de la vida, la revolución de la feminidad.
"Revolución femenina" que ahora se puede beber de una botella de tequila comercializada por la fundación Frida Kahlo Corporation (FKC) creada en el 2004 por la nieta sobrina de la autora Marcela Romero Kahlo, que tiene a su nombre los derechos de este ícono transgresor, y que busca, según sus palabras, preservar el legado de la artista, pero ello sólo demuestra que su figura se ha convertido en un objeto mercantil al ser un producto redituable que reviste al poseedor de una superflua conexión con la obra, dado que su valor estético y su significado se ha subordinado al símbolo estereotipado, demostrando así que Kahlo como personaje pesa más que la obra misma
Su aportación estética es innegable pero la leyenda creada en torno a su figura no ha hecho más que eclipsar el valor artístico de sus piezas, debido a que la misma dualidad que caracterizó su trabajo nos obliga a unir su vida con su obra y a no olvidar que ante el intento de una autenticidad artística ella misma se abre paso a través de una teatralización prefabricada e idealista que manifiesta lo que debe ser lo mexicano, ajena a las verdaderas condiciones que vive la sociedad del periodo posrevolucionario y que con el tiempo propició la transformación de su imagen en símbolo kitch. |